Hace unos días leía un muy interesante post,
de Jorge Lago Cordero (al final tenéis el enlace del post), que contenía una
teoría que yo suscribo: “… los manuales
que Ikea distribuye con sus muebles en los países del norte de Europa son mucho
más detallados que los que acompañan a los productos que venden en los países
mediterráneos. Y creo que lo hacen porque en el norte no tienen la necesidad de
creer que tienen un don natural para el bricolaje.”
Al igual que en esta teoría, ocurre lo mismo
con la gestión empresarial. Todos, en un principio, creemos tener un don para
opinar e impartir clases magistrales, diagnosticar, aconsejar y tomar decisiones.
En el desarrollo de nuestra vida profesional
hemos experimentado cómo estábamos de acuerdo con determinadas tomas decisiones
y en otros casos las hemos criticado. Está claro, tenemos un don para
certificar lo bueno y lo malo de las decisiones que toman otros (nuestras
decisiones, al menos en un principio, siempre las consideramos perfectas). Nada
novedoso ni especial en esta reflexión. Ahora bien, si para aceptar o rechazar la
toma de una decisión hemos seguido un análisis metódico y estructurado;
entonces estamos ante algo diferente. Reconocemos que no tenemos un don para la
tomar las mejores decisiones y necesitamos un método y un proceso de análisis.
Si desgranamos este último comportamiento, tan
diferente de lo habitual, nos encontramos con que, si bien no teníamos el
anterior, tenemos otro don. Sabemos detectar cual es la metodología más
adecuada y con mejor estructura que nos permite una valoración excelente para
la toma de decisiones. En definitiva; tenemos un don para reconocer la aplicación
perfecta, el mejor estudio, el proceso idóneo, … Pero si, en lugar de tener ese
don, analizamos de manera que avaluamos las diferentes soluciones a escoger;
entonces estamos ante algo diferente.
Llegado este momento, el resultado es que no tenemos
ningún don. Pero esto no está bien. Tenemos que tener un don, el vecino tiene
el suyo. Entonces empezamos a buscar hasta debajo de las piedras para encontrar
algo en lo que aplicar ese don natural que seguro tenemos. Leemos, estudiamos,
analizamos y finalmente nos desesperamos. Definitivamente no tenemos un don.
¿Por qué? La razón estriba en que cada vez que nos topamos con algo lo analizamos
metódicamente y llegábamos a la conclusión de que era bueno (y por tanto su
creador puede tener un don que nosotros no tenemos) o era basurilla del montón.
Hasta aquí, el resumen, es que hemos tomado
decisiones adecuadas, hemos incrementado nuestro conocimiento sobre mejores
prácticas pero hemos descubierto que no tenemos un don, quizás tú sí.
Yo no tengo un don para escribir esto,
simplemente he leído el post de Jorge Lago Cordero (desconozco si él tiene un
don, pero su post me gusta) y lo someto a mi análisis. Del análisis extraigo
mis valoraciones, que evalúo en diferentes escenarios y sobre ellas escojo la
que mejor evaluación me aporta.
¿Mi conclusión? Ni quiero tener un don ni voy
a perder tiempo en buscarlo. Voy a seguir leyendo, estudiando y analizando para
poder aportar más y mejor a aquellos clientes que, como yo, no tengan un don. A
mí no me queda otro remedio que recurrir al trabajo y el esfuerzo para competir
con el don natural que otros puedan tener.
El post que he analizado es el siguiente:
http://metodologiadiferente.wordpress.com/2012/10/15/la-formacion-en-gestion-de-proyectos-y-los-manuales-de-ikea/
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