Hace algún tiempo te hablaba sobre lo que hay
que hacer ante la avalancha de consejos y relatos sobre las mejores prácticas
que te rodean. Gente, como yo, que contamos cosas, que aconsejamos, que
impartimos doctrinas o que manifestamos nuestro punto de vista; hay mucha. En este
maremágnum, hay autores que por su trayectoria o por lo acertado de sus
artículos se sitúan en el reducido grupo de los imprescindibles. Los situamos,
entonces, como lectura obligada cuando publican algo nuevo y los releemos hasta
la saciedad. Otros autores dan en la diana alguna vez y el resto de los textos son
diarreas mentales, lícitas por otra parte. A estos los leemos por referencias o
curiosidad. Finalmente están los predicadores, aprendices de ilusionistas y
cantamañanas, que tiene que haber de todo. Por desgracia, estos, son muy leídos
y por lo que me cuentan hasta son seguidos por ti. Mi madre dice que mis
escritos deben ser referencia en el mundo empresarial. Claro que, ella, no lee
estas cosas y, además, el amor de madre es infinito. La verdad es que no tengo
ninguna pretensión al respecto, bastante recompensa tengo porque me divierto
cuando escribo.
Dicho esto, te voy a contar lo que percibo en
el tejido empresarial, entre sus directivos, respecto al uso y aplicación que
se hace de todo lo que leen a los buenos, a los mediocres y a los productores
de humo.
Al hacer un diagnóstico sobre las pequeñas y
medianas empresas españolas, en este momento, lo hago desde la emulación de disciplinas
propias de la psiquiatría (pido disculpas a los profesionales del ramo). Las
empresas, sus directivos, tienen un problema de hiperactividad. Ojo mental y no
efectiva, ya quisieran. Además están caracterizados por tener síndromes
asociados relativos a la impulsividad y el negacionismo.
La impulsividad la manifiestan en las horas
tempranas de cada jornada. Dentro de su operativa diaria, al comienzo de la
mañana, revisan sus correos, su Linkedin de turno y en definitiva revisan su
espectro social en la red. En este proceso hay que entender el momento en el
que se encuentra el directivo. Ha llegado a la compañía y ya le han hecho
partícipe de algún problema. Además su agenda no puede esperar, hay citas
planificadas y tareas. El tiempo para ver lo que dice, hoy, la red es limitado.
Se lee lo más fácil de leer, lo más rápido. En otro momento se leerá lo que
tiene más enjundia o es referente para el directivo.
Casualidad o no, no lo sé. El caso es que todo
lo que lee, el directivo en ese momento, es pura basurilla de los cantamañanas
y vendedores de humo. Piénsalo, hasta tú puedes escribir tonterías de esas que
te prometen “el oro y el moro” si sigues sus consejos. Es curioso, el teclado del
ordenador no da calambrazos y te permite las combinaciones de caracteres que
quieras. Hace poco leía que las “cartas nigerianas” (esas que te prometen
dinero si ayudas a otro a liberar sus fondos en un país lejano) siguen haciendo
estragos entre los incautos. Pues esto es parecido. Hay muchos directivos que
se lo creen y lo peor es que tratan de aplicar lo que dicen los predicadores de
lo fácil. Esto es lo que yo diagnostico como el síndrome de la impulsividad.
El directivo ha leído como, por arte de magia,
sus problemas van a desaparecer. Como es un directivo hiperactivo impulsivo,
pues, aplicando que es gerundio.
Conforme avanza el día y aparecen momentos
para el “estudio” es posible que, el directivo, lea aquello que por la mañana
dejó para una mejor ocasión.
Las nuevas lecturas tienen un nexo que los
unifica. El sentido común. Los autores son gente acreditada por su gran
experiencia y fundamento o son gente normal que han dado, hoy, con la tecla
adecuada. En definitiva, independientemente de su origen, el pensamiento del
directivo cuando los lee siempre es el mismo. El directivo reconoce el sentido
común de lo que ha leído, reconoce su bondad y acierto. En este escenario,
parece que lo lógico es que aquello que ha dado por adecuado se intente aplicar
en su empresa. Pues no. En ese momento aparece el negacionismo del directivo.
El negacionismo en el mundo empresarial
consiste en optar por alguna de las siguientes alternativas ante una buena
práctica empresarial sugerida.
La primera se refiere a dar por bueno el
pensamiento por el cual la empresa, del directivo en cuestión, no es normal. A
ver, hay burros de diferente pelaje e incluso raza; pero en definitiva son
burros. Bien, pues en la empresa igual. Los problemas serán diferentes o
incluso con problemas semejantes tendrán soluciones diferentes (los del copia y
pega son los predicadores). Tu empresa es igual que la de al lado, tiene
problemas, no lo niegues.
La segunda tiene que ver con que el directivo
asevera que esa práctica empresarial que le sugieren es para otros. El
directivo está seguro de que el asunto de referencia se realiza de manera
modélica en su compañía. Yo, como no soy negacionista, diré que vale; pero sí y
solo si el directivo es capaz poner por escrito las razones. Es la prueba del
algodón. Si se es capaz de escribirlo de manera lógica es que lo hacen bien y
lo tienen controlado. Puedes hacer la prueba, ya presiento como te sonrojas.
Por tanto el directivo impulsivo y
negacionista provoca que su empresa sufra un síndrome de hiperactividad que le
lleva a escarbar un pozo sin visos de encontrar fondo.
Si estás leyendo esto por la mañana, no seas
impulsivo. No apliques mis consejos ahora. Intenta releerlo en otro momento. Si en ese segundo
intento, no eres negacionista; busca otro momento para volver a leerlo. Me
tienes que negar, no puede ser que hayas dominado tu impulso y además estés de
acuerdo conmigo porque creerías haber dejado de lado tu hiperactividad y pensarías
que estás haciendo las cosas bien. Recuerda, leyendo y aplicando un “mágico”
post no se pasa de hacer las cosas mal a realizarlas bien. Necesitas un
profesional que trate tu enfermedad de tú a tú con una solución particular a tu
problema. Los artículos y las opiniones tienen que orientarte para que busques
soluciones no para darte las soluciones. Para eso hay que conocerte y los que
escribimos no te conocemos.
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