En el trascurso de las innumerables horas, que
paso viajando, dedico mucho tiempo a reflexionar. De manera recurrente, llevo
dando vueltas a la cantidad de veces que veo cómo desde todos los sitios damos
consejos y recomendaciones. Quizás es algo innato en el ser humano. Quizás
nuestra particular idiosincrasia nos lleva a ello. El caso es que siempre encuentro
a alguien que me ilustra sobre lo bueno y lo malo, lo aconsejable, lo idóneo y
lo que no debería hacer.
En este escenario, me encuentro en situaciones
donde el “cruce de caminos” y la necesidad de escoger uno de ellos pone de
manifiesto mi falta de conocimientos o limitada sabiduría.
Quizás busco la fórmula magistral, quizás es
un signo de comodidad o, incluso, de incapacidad personal o simplemente es la
búsqueda de un mayor conocimiento. El caso es que recurro a la búsqueda del
consejo y la experiencia de alguien que pueda merecer mi confianza; o que, por
sus argumentaciones, sea merecedor de ella. Está claro que cada uno atesoramos una
experiencia que se ha ido construyendo con nuestra propia vivencia, e incluso
puede merecer ser seguida como guía. Eso no lo voy a discutir, pero hoy no te
lo voy a aconsejar.
Es misión de cada uno escoger qué consejos y experiencias
le son válidas. Y así, en teoría, quien escoge los mejores se beneficia y
aumenta su capacidad. Insisto, eso depende de nuestra inteligencia y sabiduría
pero hoy, tampoco, te voy a aconsejar cual escoger.
Ahora bien, con independencia de lo anterior,
lo realmente importante (para mí), es validar aquel consejo o experiencia que
pretendo incorporar. Está claro, quiero tener los números del próximo sorteo
antes de hacer una apuesta. Ante la imposibilidad de llegar a esto de manera
infalible, sin embargo, necesito contar con los suficientes mecanismos que me
permitan conocer las consecuencias de mis decisiones. Si apuesto cinco euros en
un sorteo tengo que saber, al menos, las probabilidades de que la apuesta sea
premiada (suponiendo un juego de azar). Con esa probabilidad debo decidir si
finalmente apuesto y, obtenga o no el premio, debo prever las consecuencias de
perder cinco euros o mejorar mi capital en una determinada medida.
Yo no me resigno a que en este mundo lleno de
recomendaciones sobre mejores prácticas y consejos no pueda implementarse un
sistema de validación de las consecuencias de adoptarlas. Además, esto no debe
ser una misión mía cuando actúo como lector. En tu caso no lo sé, pero hoy no
te voy dar ningún consejo.
Por tanto, si me atrevo a poner en “circulación”
mi particular conocimiento; entonces debo acompañarlo con el sistema que
permita conocer las consecuencias, positivas y negativas, de llevarlo a la
práctica.
Yo siempre lo reclamo y lo busco para, al
menos, saber que voy a perder cinco euros. Pero hoy no te doy ningún consejo,
solo te cuento lo que hago.
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