TRIPLE L ACCION: Vendedores magistrales con sentido común

lunes, 15 de octubre de 2012

Vendedores magistrales con sentido común




Recientemente he observado dos comportamientos que, por naturales, me parecen excepcionales. Naturales, porque de manera fundamental estaban originados en el sentido común. Y excepcionales, porque no es frecuente observar cómo es posible vender bien  en los tiempos que corren. Además, y como os iré relatando, son dos acciones comerciales ejecutadas por los extremos de lo que sería la pirámide en una organización. Una ejecutada por un “soldado raso” y otra por el “gran general”.

Vamos a por la del “soldado”, entre otras cosas, porque es la que más me impactó. Os pongo en situación. Restaurante lleno hasta la bandera. Varios camareros, perfectamente organizados por grupos de mesas, tomando la comanda, llevando platos, recogiendo, atendiendo y cobrando. Una mesa con una pareja y un carrito de bebé que están cenando mientras charlan distendidamente. Ya se sabe que los bebés tienen sus “manías” y en un momento de la cena, tras muchos intentos de ejercer su derecho de atención, el bebé en cuestión comenzó su letanía de reclamos sonoros. La pareja empezó a ejercitar, por turnos, su balsámico arte del consuelo y monerías varias hacia el bebé. Nada, esa noche no eran efectivos. Entre tanto, su camarero de mesa observaba la escena con cara de nostalgia. Dicho y hecho, el intrépido camarero se dirigió a la mesa. Habló con la pareja y cogió en sus brazos al bebé. Lo cogió con seguridad pero la pareja tenía los ojos más grandes que los platos que tenían en su mesa. Estaba claro, el camarero tenía experiencia en el tema de los bebés. En ese momento, y siempre con permiso de los padres, se llevó al bebé por las diferentes zonas del restaurante de manera que la criatura tenía la atención que antes reclamaba. La pareja terminó de cenar tranquilamente, el bebé se lo pasó bomba, el camarero también y además el churumbel hacía las delicias de otros compañeros y clientes. Ya se sabe, no hay nada como la sonrisa de un bebé. Resultado, unos clientes satisfechos. La propina, que pude deducir cuando recogió la mesa el camarero, así lo atestiguaba. Esos clientes, seguro, que comentarán la situación con sus amistades y lista la acción comercial exitosa que asegurará la asiduidad de la pareja al restaurante y con una publicidad perfecta en su entorno.
Ahora toca la del “gran general”. Como no podía ser de otra manera, en un restaurante. Mesa con cuatro ejecutivos en comida de negocios. Todas las mesas tenían una botella de vino tinto como reclamo o promoción para incitar a su consumo en la comida. A pesar de ello, los comensales deciden escoger otro de la magnífica, por otra parte, carta de vinos del restaurante. En el mismo momento que el camarero sirvió el vino a uno de los comensales para que lo catara, desde otra parte de la sala, se levantó una persona de edad avanzada en dirección a la mesa de los ejecutivos. Se autopresentó, aunque dado el personaje, no había mucha necesidad. Era un conocido patriarca de una saga familiar con mucho prestigio en el mundo del vino (aunque él se nombra como simple bodeguero). Compartió con los comensales el vino que ellos habían pedido, no el suyo, hasta que consiguió que la botella se acabará. En ese momento, el personaje en cuestión, llamó al camarero pidió una botella de su vino para que los ejecutivos lo probarán. No sé si éste era mejor que el anterior o viceversa, pero los ejecutivos asentían gustosamente al probarlo. El caso es que en el momento que su botella estaba en la mesa se despidió cortésmente, volvió a su mesa y siguió comiendo. Se había bebido el vino de la competencia, mandó retirar la botella vacía y había “colocado” el suyo. Magistral. El buen hombre había “descendido a lo terrenal” con unos clientes que valoraron su atención personal y que de propina les había dado algunas clases magistrales sobre el vino. Pero para el “gran general” era una batalla ganada a su competencia.
No voy a escribir ninguna moraleja, es obvia. Solo espero que todos tomemos nota de cómo es posible vender bien aplicando sentido común en todos los ámbitos de la organización.

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