El sábado pasado debatía sobre el conocimiento
y las habilidades que tienen l@s niñ@s en el dominio de los smartphones, las
tabletas digitales, ordenadores, videoconsolas, etc. En principio, yo reconocía
la habilidad innata de las generaciones, que nos sustituirán, ante todos los
avances del mundo digital. Poco a poco me fui “cayendo del caballo” ante los
argumentos de mi interlocutor. Desde su experiencia docente me relataba un
sinfín de ejemplos que contradecían mi opinión general.
Es verdad que nuestr@s hij@s dominan con
facilidad (¿o será un espejismo?) todo ese mundo y se manejan con una gran
soltura en minutos. Nosotros tendemos a abrir la boca, en algunos casos babear,
y vislumbrar en ellos a los nuevos Bill Gates o Steve Jobs de turno.
Cuando observamos como “googlean”, vemos como
lo hacen de manera espontánea y sin esfuerzo. La pregunta es: ¿saben lo que están
haciendo? No me refiero al tipo de contenidos que buscan, este no es el tema
hoy. Mi pregunta está relacionada con el conocimiento que tienen de lo que
ocurre en la “red”, lo que hace la “red” cuando se realiza una búsqueda. Evidentemente,
no. Esto es lógico ya que sus conocimientos no dan, de momento, para eso. Pero
el problema es que nuestra percepción nos dice que tienen un dominio imponente
del mundo digital.
Nosotros tuvimos que “lidiar” con el albor, en
España, del uso de las nuevas tecnologías en la empresa y en nuestra vida
particular. Nos formamos, experimentamos y en definitiva aprendimos a
manejarnos, a base de esfuerzo, con cierta soltura en multitud de aplicaciones.
En teoría, cualquiera de los jóvenes que hoy podemos encontrar en un colegio
debería tener menos dificultades que las que tuvimos nosotros para
incorporarnos al mundo digital. Hagamos una prueba. Encarguemos a uno de ellos que
cree un documento de texto y luego lo inserte como un post en un blog. Frases
como “Papá, Mamá: ¿cómo se pega?, ¿ya lo he salvado?, ¿dónde está la URL?, …”
empezarán a escucharse.
En la empresa ocurre lo mismo. Cuando
pretendemos analizar los proyectos, los planes de acción, los resultados,… nos
encontramos con unos paralelismos que asustan. Vemos como muchos profesionales
empiezan un lento discurrir por callejones sin salida. Conocen su negocio, a lo
que se dedican, e incluso son capaces de hablar de ello con coherencia. Por
tanto, tienen que ser capaces de analizar, cuestionar, vislumbrar y en
definitiva tomar decisiones sobre los asuntos de su responsabilidad en la
compañía. Hagamos una prueba. Encarguemos a uno de ellos que tome los
resultados de ventas, producción o financieros del último periodo. Después que
establezca una hipótesis, incluso al azar, de lo que ocurrirá con alguno de
ellos en el siguiente periodo y, en ese escenario, sepa deducir que ocurrirá
con el resto. Frases como “Financiero, comercial, jefe de producción: ¿cuánto
cuesta esto?, ¿cómo se paga esto?, ¿dónde se produce esto?, ¿cuánto tiempo se
tarda?, ¿nos han pagado?, …” empezarán a escucharse.
Es posible que algunos de nuestros jóvenes no
tengan la necesidad de incluir un post en un blog, pero si saben pegar, salvar,
identificar una URL, …; entonces, cuando surgiese la necesidad de hacerlo,
tendrían una base que les permitiría conseguirlo con cierta suficiencia.
El gran problema es que, en las empresas, demos
por supuesto que los profesionales con responsabilidad en las compañías sapan
identificar con la suficiencia necesaria las consecuencias de lo que ocurre,
por ejemplo, con una venta que no se entrega adecuadamente, que no se financia
en consecuencia o que no tiene un margen conocido.
Estamos de acuerdo en que tenemos buenos
profesionales en las empresas. Pero si
los árboles no nos dejar ver cómo es todo el bosque; ¿a qué esperamos para mejorar
su formación y preparación para que sean capaces de analizar y tomar decisiones
adecuadas para las compañías?
Agradezco a Félix Socorro su post (http://www.degerencia.com/articulo/los-arboles-no-dejan-ver-el-bosque-absurdo)
que me ha ilustrado para un mejor uso del dicho: “Los árboles no nos dejan ver
el bosque”.
Por cierto, en la imagen hay 9 figuras ocultas.
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