Supongo, que en mayor o menor medida, no soy
el único que valora y re-valora muchos escenarios alternativos en el momento de
tomar decisiones. Luego, con el tiempo, se demuestra si esas decisiones
consiguieron su fin pretendido.
En ocasiones vemos muertos, huy esto me suena
a una película. Bueno realmente lo que, en ocasiones vemos es que nuestra
decisión ha sido un fiasco (los muertos en las decisiones). En otras ocasiones vemos
“el éxito”, porque tomamos la decisión más adecuada y obtuvimos “la recompensa”.
Y, finalmente (no sé si con mayor frecuencia) vemos “el premio” de resolver una
circunstancia, que de ningún modo, era nuestro objetivo inicial.
Está claro, nos podemos convertir en una
suerte de Cristóbal Colón que quiere encontrar una nueva ruta marítima más
eficiente (como yo cuando no sigo las instrucciones del GPS para ir a un restaurante)
y resultó que descubrió algo más valioso (en mi caso, Casa Velasco y sus
espectaculares torreznos con huevos fritos). En definitiva, una “Serendipía”
como un templo. Esto es; descubrir algo importante cuando se busca otra cosa.
En el tema de las decisiones, yo adapto el
término “Serendipía” a una acepción más modesta y expresada como: “reconocer
que hemos dado con una solución importante aunque no tenga relación con lo pretendido
inicialmente”.
Evidentemente, sobre el término (creo que no
está aceptado por la Real Academia de la Lengua Española y es una
españolización del término inglés “serendipity”) existen mejores e innumerables
definiciones (“googlea” un poco y verás).
Hecho el paréntesis cultural; cuando tomamos
decisiones, en aras a conseguir algo, nos encontramos como por “casualidad”
resolvemos otra situación, quizás, más complicada. Por tanto si asumimos esa “casualidad”
tenemos que asumir que en nuestros procesos de toma de decisiones hay que
incorporar un escenario en el que podemos resolver otras cuestiones diferentes
a las buscadas.
Ahora viene lo bueno. ¿Qué ocurre cuando, no
solo no resolvemos la situación deseada sino que tampoco aparece ninguna “casualidad”?.
Y más aún, ¿qué ocurre cuando, en último término la aparición de la “casualidad”,
nos ha provocado un desastre?
Es evidente que la existencia de la “Serendipía”
ha proporcionado innumerables descubrimientos buenos (“googlea” otra vez). En
cualquier caso, mi opinión, es que debemos tratar de reducir a la mínima
expresión las supuestas bondades “casuales”. Debemos esforzarnos en plantear
mejor nuestros escenarios para la toma de decisiones haciendo que los escenarios
“casuales” se conviertan en planeados.
Por ello, recomiendo que en los procesos de
toma de decisiones se incorporen todas las áreas de las compañías; unos como “actores”
principales y otros como secundarios. Quizás en los que no son protagonistas
resida la “Serendipía” que debemos incorporar, valorar y analizar como un
escenario más en nuestra toma de decisiones.
En definitiva, reconozcamos la “Serendipía”, hagámonos amigos de ella e invitémosla a
nuestros escenarios pero “subamos a los altares” con todas las de la ley. Si
aparece la “Serendipía” y no la reconocemos seremos alabados, pero tarde o
temprano se evidenciará la “casualidad” y …
También podemos seguir como hasta ahora,
pero... he decido ir a un restaurante, voy a preguntar a un lugareño dónde
almorzaría él y voy a considerarlo.
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