La identificación de los diferentes procesos
utilizados en las compañías, así como su descripción es una gran herramienta clave
para el control de la gestión en la empresa. Habitualmente se pueden encontrar
enfoques relativos a los procesos como una simple representación gráfica de los
flujos de los intervinientes. En estos casos, esa representación, suele nacer
de “dibujar” el “SIEMPRE SE HA HECHO ASÍ”. Por desgracia, esto último, es un
esbozo de lo que nos encontramos en nuestras empresas con demasiada frecuencia.
Por otro lado no vengo a vender consultoría de
procesos, eso hay que hacerlo directamente con el cliente para sopesar su
situación particular (aquí, como en tantas otras cuestiones no vale el “café
para todos”). Tan solo quiero reflexionar sobre aquello que tenemos en nuestras
empresas y que mantenemos como “DOGMA DE FE”.
Dicho esto, y si he persuadido al lector de
que no pretendo construir una soflama comercial, lo que quiero evidenciar es una
necesidad de las empresas españolas e intentar que nos replanteemos nuestra
forma de trabajar.
Estamos demasiado acostumbrados a movernos
reactivamente (por los mercados, los proveedores, los clientes, los
accionistas, la guapa vecina del 3º, el atractivo chico del 2º,etc.) y somos campeones
en improvisar al hilo de los anteriores. Somos capaces de adecuar nuestro
peinado y vestimenta en fracciones de segundos ante la aparición repentina del
objetivo. Además, de tanto entrenarnos
en la improvisación, hemos desarrollado un gran virtuosismo e incluso nos
vanagloriamos de ello. Por eso, quizás porque nos parece fácil e incluso
divertido, mantenemos nuestras PENAS en el convencimiento de que nuestras
carencias (eso si sabemos que tenemos carencias) son fácilmente eludibles con
nuestra intuición ante lo imprevisto.
Está claro que, en este momento, se hace más
evidente comenzar a trabajar por lo que realmente son las bases y no por la nostalgia
asumida que requiere de improvisación. Un proceso es tal cuando ha sido
originado desde el análisis de las variables del negocio de una compañía,
cuando ha sido diseñado teniendo en cuenta los recursos de la empresa y cuando
su aplicación directa tiene un efecto sobre los grupos de interés a los que va
dirigido. Pero claro, esto forma parte de la teoría.
Voy a tratar de dar una visión más práctica.
El gran dilema surge del ¿por qué? en las empresas
queremos mantener nuestras PENAS (parecen ser el “SANTO GRIAL” que nos guía
hacia el éxito). ¿Cómo nos convencemos de que tenemos que enterrar las PENAS y
crear RISAS?
Si nos ponemos un termómetro, y tenemos
fiebre, tenemos la necesidad de curarnos (mejor ir al médico que auto-diagnosticarse,
perdón me ha salido la vena comercial). El problema, en la empresa, es que no
nos ponemos el “termómetro”. En las empresas siempre existen profesionales que
son suficientemente inteligentes para tomar medidas ante las “fiebres” y
remediar nuestras PENAS. Me resisto a aceptar que pese a pensamientos
relacionados con el “siempre se ha hecho así” y “mejor la malo conocido”; los
directivos de las empresas no actuemos. Quizás el problema radica en que no tenemos
o no usamos “termómetros”. Quizás no, estoy seguro.
Por eso animo a las empresas a que nos
pongamos los “termómetros” y conoceremos las PENAS de nuestros procesos.
Entonces, ¿Tendremos que realizar cambios? La respuesta es contundente, SÍ. Tenemos
que crear las RISAS.
Hay que
poner en duda lo hecho hasta el momento. De este trabajo obtendremos que unos
procesos (con algunos retoques) hay que mantenerlos, otros irán directamente a
la basura (las PENAS) y nacerán los nuevos. Con todo ello tendremos nuestras
RISAS y su guardia pretoriana de TERMOMÉTROS. Ya solo nos faltará tener unos
planes de acción adecuados cuando tengamos “fiebre”, pero eso lo dejaré para
otro día. La casa hay que construirla por los cimientos.
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